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Los primeros esfuerzos que se pueden considerar como antecedentes de la Industria Farmacéutica Nacional se remontan a los años 30 del siglo pasado, cuando algunas empresas iniciaron la elaboración y comercialización de algunos productos farmacéuticos.
En el marco de un contexto limitado por los escasos recursos tecnológicos, una restringida variedad de productos y un mercado local dominado por medicamentos importados, especialmente de las multinacionales farmacéuticas, es justo mencionar y reconocer el desafío que enfrentaron Ramón Delgado Carbonell, en Puerto Plata; Los Laboratorios Chevalier, en San Pedro de Macoris; y la Farmacia Normal, en Santiago de los Caballeros.
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El establecimiento de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo produce un estancamiento generalizado del empresariado privado y es en el año 1953 cuando el gobierno crea el Laboratorio Químico Dominicano (LABOQUIDOM), entidad pública de capital estatal. En esta época, el mercado nacional se limitaba a la importación de medicamentos, sustentado en prácticas comerciales trazadas por multinacionales, farmacéuticas amparadas en cuantiosas inversiones promocionales.
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Superada esta etapa histórica, a partir del año 1970 se instalan en el país otros laboratorios conforme a normativas internacionales y nuevos conceptos mercadológicos, con planificación y estrategias que intensifican significativamente la competencia con los productos importados.
El surgimiento de las nuevas empresas estuvo impulsado por la coyuntura de la Ley 299 de abril de 1968 sobre incentivo industrial que gravaba los artículos importados y exoneraba de impuestos las materias primas utilizadas en procesos productivos nacionales.
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Asimismo, las asesorías del Instituto Dominicano de Tecnología (INDOTEC) constituyeron importantes aportes.
De esta manera, en la fabricación nacional de productos farmacéuticos modernos, se destacan como pioneras las siguientes compañías: San Luis, Farqui, Farvet, Dr. Collado, Magnachem, Ethical, Ameripharma, Acromax Dominicana, Feltrex y Medifarma, entre muchas otras.
Sin embargo, las limitaciones del mercado, la cultura terapéutica orientada hacia el medicamento importado y las limitaciones económicas locales trajeron como consecuencias una lucha desigual, en la cual los laboratorios nacionales enfrentaron la ardua y loable tarea de demostrar la capacidad de sus industrias para producir medicamentos calificados, confiables, eficaces y seguros en la República Dominicana.
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Para el 1984, la Secretaría de Estado de Salud Pública y Asistencia Social (SESPAS) registraba 59 laboratorios farmacéuticos, entre los cuales los dominicanos tenían una participación de un 12% de las unidades vendidas, frente a un 88 de las extranjeras, correspondientes al mercado de receta médica o mercado ético.
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En la actualidad, el mercado farmacéutico dominicano registra cerca de 500 laboratorios, con unas 30,000 unidades vendidas en el mercado. Un análisis detallado del país de origen de los laboratorios que compiten en el volumen de ventas es indicativo de que el 55% es dominicano, frente a un 45% perteneciente a empresas extranjeras entre los laboratorios europeos, con un 25% de las unidades vendidas, y los norteamericanos con un registro del 9% de las unidades.
Al 2007, por el crecimiento de la capacidad instalada, la industrie farmacéutica dominicana está en capacidad de suplir un 90% de la demanda total de medicamentos en el país. Esta condición ha permitido que los m medicamentos dominicanos trasciendan las fronteras y sean prescritos en más de quince países de Centro y Suramérica, penetrando incluso en los Estados Unidos.
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Hoy en día, la Industria Farmacéutica nacional constituye un sector determinante y pujante de la economía dominicana que aporta más de 10,000 empleos directos e importantes beneficios al fisco, al tiempo que representa una producción calidad y efectividad con precios asequibles para la población local, principal beneficiaria de los productos de nuestra industria farmacéutica.
Como en todos los ámbitos, el devenir de loa tiempos trae consigo retos constantes, como la vigencia del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, que iremos asumiendo con el mismo ímpetu, capacidad y voluntad férrea de mantenernos en el lugar preferencial por el que permanentemente trabajan sin reparo, con vehemencia y desvelo, todos los miembros de INFADOMI.